INTRODUCCIÓN
¿Qué come el ser humano moderno? ¿De dónde provienen los objetos supuestamente comestibles que yacen en las estanterías de ese templo de la caza moderna que es el supermercado? ¿No viviremos en una sociedad al estilo de la película Soylent Green, ambientada en el año 3000, en donde la humanidad ingiere unos alimentos sintéticos que proceden de residuos y deshechos?
De entrada hay tres problemas fundamentales en nuestra alimentación. El primero se refiere a la baja calidad intrínseca de los alimentos en su mismo origen debido a la agricultura y la ganadería intensiva. El segundo, la contaminación química por residuos provenientes de la industria contaminante, y, por último, el dilema de las sustancias añadidas por la industria a estos alimentos para su conservación, como es el caso de los aditivos.
Estos tres problemas afectan a todos nuestros alimentos, sean biológicos, es decir carnes, huevos, frutas y verduras, o sean alimentos elaborados artificialmente como galletas, comida preparada, conservas, y repostería.
Para penetrar en el mundo de los problemas dietéticos nada mejor que darnos un paseo por un supermercado clásico o hipermercado, que es visitado por miles de amas de casa al día; iremos de estantería en estantería y de departamento en departamento, para visualizar los problemas de los alimentos modernos, pero aparte de indicar los inconvenientes dietéticos trataremos de dar soluciones y alternativas al comprador crítico.
EL MITO DEL PESCADO FRESCO Y EN CONSERVA
Dietéticamente el pescado siempre ha tenido buena prensa: un regalo de Poseidón rico en proteínas y yodo, que no se puede manipular demasiado, y no digamos el marisco, que fascina por su poder afrodisíaco.
Olvidamos sin embargo que la sociedad industrial avanzada emplea el mar como vertedero industrial. Se calcula que, en la cuenca del Mediterráneo, en torno al 60% de los residuos industriales tóxicos acaban desembocando al mar de una forma o de otra. Otro maravilloso regalo para los peces, lo constituye las cientos de miles de toneladas de petróleo crudo que anualmente vierten los petroleros a los mares cuando limpian sus tanques o tienen sus curiosas averías.
Todo esto conduce que la mayoría de las conservas de bonito, atún o mejillones que llegan a nuestras mesas sean alimentos cargados de algunos metales pesados de carácter tóxico. El problema más grave, y no exageramos, es el tóxico mercurio, que como sabemos ataca al sistema nervioso y puede producir daños irreparables por intoxicación a largo plazo.
Existen pues algunas conservas que contienen valores mercuriales de 0.5 ppm, e incluso más. Ante esta sorpresa, la Organización Mundial de la Salud ha tenido la delicadeza de instituir una dosis máxima tolerable sobre el pescado a ingerir. Es decir, la OMS aconseja no comer más de 250 gramos de pescado como atún y bonito a la semana, dado que no debemos pasar de la dosis de 250 microgramos de mercurio, que es lo que podemos ingerir con estas comidas.
En el marisco fresco también hay problemas. Por ejemplo, los mejillones filtran miles y miles de litros de agua. Cualquier impureza industrial queda fijada en su organismo. Por esta razón, es de ley descontaminarlos tras su recolección en las rías; a pesar de este periodo de depuración, si la ría se halla contaminada el mejillón cultivado retendrá sustancias industriales. Por otro lado, los intermediarios suelen añadir ácido bórico a gambas y cigalas frescas, para una mejor conservación. Ácidos de este tipo suelen producir desordenes estomacales a personas de salud delicada.
ALTERNATIVAS
En el capítulo de las conservas de pescado, en especial el atún, lo más razonable es comprarlas de marcas artesanales; dichas marcas suelen cuidar mucho sus productos y en algunos casos certifican en la etiqueta que sus conservas no dan índices de metales pesados. Sus artículos se encuentran en tiendas especializadas o tiendas de productos biológicos.
Respecto al marisco fresco tenemos dos opciones: una, la de un marisco fresco de los grandes mercados ciudadanos que reciben pescado directamente de la pesca de bajura y mariscadores; en el caso del mejillón, por ejemplo, pediremos mejillón de roca obtenido a mano, o la mejor alternativa para todo el pescado, aparte del marisco, que es el congelado. Por su importancia añadimos un recuadro aparte.
LA AVENTURA DE LA CARNE FRESCA Y LOS EMBUTIDOS
El problema de origen en la carne que consumimos se llama «ganadería intensiva». Imaginémonos cómo sería nuestra carne si desde nuestro nacimiento nos tuvieran en una jaula o un establo de dos por un metro, en donde nuestros excrementos y los de nuestra familia rebotasen constantemente sobre nuestro cuerpos, en donde la higiene consistiese en un chorro de agua fría a presión por las mañanas, y la comida fuese una harina de aspecto oscuro y de procedencia desconocida a veces maloliente. Viviríamos toda nuestra infancia y juventud sin ver el sol, en un aire viciado y húmedo, y unos extraños fluorescentes que eliminan el día y la noche. Si algún día nos encontramos mal nos dan una inyección brutal a través de los barrotes o nos echan un potingue en el agua sucia que bebemos. ¿Cómo sería nuestra salud tras algunos meses de estancia en esta residencia tan maravillosa?
Pues bien, eso es lo que soportan los animales de granja. Hoy necesitamos que Orwell reescriba “Rebelión en la granja”, porque lo que sucede exige una verdadera revolución. En el caso de las «vacas locas», éstas comían harinas cárnicas procedentes de cadáveres de cordero afectados por una enfermedad llamada en nuestro país «temblera»; se supone que una vaca es un rumiante y que un rumiante sólo come vegetales, y que su salud depende de eso. ¿A quién se le ocurre, sino al hombre industrial, darle carne a una vaca? el hecho de que la naturaleza haya advertido a los seres humanos a través de la enfermedad de Creutzfeld-Jakob es lo mínimo que podía pasar.
Vemos, pues, que la carne que aparece en nuestras tiendas proviene de estos animales enfermos, deprimidos, de vida corta y de nutrición sospechosa, y en estas condiciones todavía esperamos carne de calidad. Cuando ingerimos un bistec de ternera o de cerdo, ingerimos una parte alícuota de hormonas tales como el famoso clembuterol, de residuos de medicamentos como los antibióticos, y de residuos a veces de plaguicidas que provienen de los piensos vegetales y que se acumulan luego en la grasa de las terneras y cerdos.
Pero el problema se complica cuando se manipula la misma carne para darnos productos tan maravillosos, según los gourmets, como el jamón, la salchicha y el chorizo.
La chacinería moderna se basa en el fanatismo de los nitratos y los nitritos añadidos a la carne. Nitratos y nitritos se añaden a la carne preparada para garantizar su conservación y darle color y aroma al producto. Nitratos y nitritos pueden producir nitrosaminas en nuestros organismos y, como sabemos, estas sustancias son generadoras de cáncer en la experimentación animal, pero la cosa continúa como si nada ocurriese. Quizá vale la pena mencionar que el famoso jamón dulce (si no lleva el marchamo de natural), aparte de carne de cerdo, está hecho a base de almidón de patata y cantidades ingentes de gelatina animal procedente de huesos de los mataderos.
ALTERNATIVAS
En lo que concierne a la carne fresca, la de cordero es la menos manipulada con sustancias, por la sencilla razón de que todavía una gran parte de la misma procede en España del pastoreo. Respecto a la ternera y el buey, la única salida es la carne de procedencia biológica que lleva el distintivo biológico de la comunidad en donde el ganadero la ha criado. Respecto a embutidos como el chorizo o la mortadela, los elaborados sin nitratos ni colorantes son, o bien los de procedencia biológica que se adquieren en tiendas del ramo, o embutidos de artesanos de confianza. El jamón serrano sigue siendo uno de los pocos productos naturales, si ha sido curado convenientemente y procede de una marca de confianza, pero hay que desconfiar del serrano llamado del país porque a menudo lleva nitrito añadido.
DE LA GALLINA AL HUEVO
Las aves que viven en batería comparten el miserable destino de la ganadería intensiva; malviven doce en una jaula de reducidas dimensiones y se ven obligadas a comer un pienso artificial que a menudo está contaminado por residuos de pesticidas. Los pollos se negaron ya, a principios de los 80, a comer más harina de pescado, por lo que ahora aparte de pienso vegetal se les da también harinas cárnicas procedentes de mataderos. Ante las numerosas infecciones que les sobrevienen, se añade al agua de las baterías. casi permanentemente, sulfonamidas, antibióticos y tranquilizantes. Además, a los piensos, hoy todos los granjeros les añaden los colorantes artificiales (los carotinoides), para que las yemas tengan un color dorado. De esta forma los consumidores creemos a pies juntillas que el huevo es de granja y de calidad.
Pero lo más irónico es que, desde la perspectiva del metabolismo, el huevo es algo así como la depuración de los fluidos de la gallina, y por tanto, el tránsito de residuos de estas sustancias a la yema es seguro. Por consiguiente los huevos que ingerimos en bares y restaurantes son de calidad biológica ínfima y a menudo nos regalan con residuos químicos y farmaco-químicos.
Un día nos podemos encontrar con la sorpresa de que tengamos que tomar antibióticos para alguna infección grave, y sorprendentemente tendrán escaso efecto sobre los gérmenes, por la sencilla razón de que hemos estado asimilando residuos de antibióticos durante años, y los gérmenes que dormitaban en nuestro interior se han hecho resistentes al medicamento.
ALTERNATIVAS
Respecto a la carne de pollo, en la actualidad ya existen muchas explotaciones agrícolas que realizan una cría de pollos y gallinas dignas de esta raza y, por consiguiente, en tiendas como las charcuterías podemos adquirir carne de pollo criada a la antigua usanza. Respecto a los huevos también tenemos buenas alternativas. En el mismo supermercado tenemos ya algunas marcas de huevos producidos con métodos más éticos; no obstante, si queremos absoluta seguridad, tendremos que comprar los huevos en una tienda de productos biológicos. En la actualidad hay cientos de explotaciones en nuestro país que se dedican a la huevería ecológica.
EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA
Curiosamente el pan es uno de los alimentos más artificiales y sofisticados que tenemos en el mercado. Las famosas barras de pan blanco están hechas de harina blanca y por tanto sin su germen, lo que las desnaturaliza y no nos proporciona lo más valioso del cereal que son sus elementos minerales. Pero, en el pan blanco, también tenemos levaduras sintéticas muy abrasivas para nuestra mucosa intestinal y, lamentablemente, conservantes como el ácido sórbico y el ácido propiónico, cuya toxicidad se discute. El agua que se usa para la masa de fermentación es agua corriente, de alto contenido de cloro, lo que no favorece precisamente la salud y da al pan un gusto desagradable.
Por si esto fuera poco también la harina puede llevar residuos químicos de plaguicidas, aplicados al trigo; en especial es temible el baño de protección de mercurio que suelen recibir las semillas de trigo para evitar el ataque de los insectos en su período de germinación. En resumen, cuando ingerimos un trozo de pan blanco ingerimos un alimento muy elaborado, a menudo con residuos, y que nuestro intestino tendrá trabajo en mover dada la ausencia de fibra. Con esto obtenemos estreñimiento y una desagradable gordura.
ALTERNATIVAS
Para empezar debemos desechar la compra en el supermercado de todo el pan elaborado de forma industrial en bolsas, sea pan blanco o integral, ya que la mayoría llevan aditivos suplementarios superfluos. En segundo lugar, el pan más recomendable es por supuesto el pan integral verdadero, realizado con una harina de cereal integral de una determinada numeración y si puede ser cocido con horno convencional y no con hornos-consolas electrónicas; este pan sólo lo conseguimos en tiendas de productos biológicos que reciben pan de artesanos. En el supermercado, no obstante, existe también pan integral que como defecto nos puede servir. No son recomendables los panes de mezclas de muchos cereales, ya que en la digestión éstos pueden fermentar entre sí.
FRUTA Y VERDURA
Ya Pitágoras, el creador del Vegetarismo, recomendaba a sus discípulos no comer habas ya que eran, según él, semitóxicas. Veinte siglos después los vegetarianos y la gente amante de frutas y verduras lo tienen mucho peor que los divertidos pitagóricos.
La tragedia de la verdura se llama invernadero. El invernadero constituye un lugar húmedo, semi-tropical, donde los insectos se multiplican por doquier y las plagas son dos veces más virulentas que a cielo abierto. La consecuencia de la proliferación del invernadero en España ha llevado por un lado a la ventaja de tener varias cosechas por temporada y a poder comer tomates todo el año, pero por otro, al hecho de que la mayoría de estos productos se infecten con importantes cantidades de residuos químicos, como los pesticidas Lindano y Parathion, por citar algunos. Un ejemplo clásico son las fresas. Provienen de los invernaderos de Huelva, Almería y el Maresme, y han sido a menudo rechazadas por las autoridades sanitarias alemanas en la frontera, por mostrar alguna vez residuos de plaguicidas. Pero quizás el problema clave de las verduras, sobre todo como lechugas, acelgas y espinacas son los nitratos. La utilización continua en la agricultura intensiva de abonos sintéticos a base de nitratos, lleva a que las verduras acumulen grandes cantidades de los mismos, a veces alcanzando en invernaderos cantidades como 400 ppm. o todavía más. Ingerir verduras muy nitrogenadas no es saludable, tenemos del riesgo de que en el intestino se conviertan en nitritos, y luego al entrar en contacto con alguna amina aparecen las ya antes mencionadas nitrosaminas.
Tampoco el árbol frutal al aire libre se salva de la química del cloro. Un caso paradigmático son los cítricos y las naranjas. Los cientos de campos valencianos de limones, pomelos y naranjas reciben diversos tratamientos fármaco-químicos durante el crecimiento del fruto. El problema no son sólo los pesticidas derivados del cloro que dejan siempre residuos en la naranja, sino a menudo los retardadores de madurez y los productos hormonados. Pero lo más sorprendente lo añade el hombre: los conservantes como el Bifenil y el Tiabendazol contra insectos se vierten sobre las cortezas antes del embalaje, de forma que la naranja se mantenga incólume, viaje donde viaje. Por esta razón es fundamental pelar toda la fruta, ya que por lo menos podemos evitar la química de la corteza.
ALTERNATIVAS
Respecto a las verduras si queremos orillar el problema de los nitratos siempre será mejor obtener verdura ecológica/biológica en tiendas del ramo; por suerte en algún gran supermercado empiezan a aparecer estas verduras. Otra alternativa es adquirirlas en agricultores que tienen pequeños huertos y vendes sus productos en áreas junto a los grandes mercados y por tanto no invierten dinero en invernaderos. Si nos vemos obligados a obtenerlas en el supermercado convencional debemos saber que hay verduras que acumulan muchos menos nitratos que otras, adjuntamos una lista al respecto, por ejemplo las alcachofas y las escarolas tienden a acumularlos mucho menos
En cuanto a las frutas usaremos un criterio parecido. Naranjas, mandarinas, peras y manzanas y sobre todo las fresas, si queremos que sean saludables, deberemos adquirirlas o bien en tiendas de fruta ecológica/biológica o de los pequeños agricultores hortelanos. En frutas de importación tropicales como las piñas o los mangos, lo máximo a que podemos aspirar es que la fruta esté en condiciones biológicas. De todas formas, si adquirimos frutas en el supermercado convencional, debemos pelar bien todas las frutas ya que sobre el 70% de los residuos se centran en las primeras capas de la misma.
SOBRE LECHE, QUESOS Y YOGURES
La leche no es un alimento fácil de ingerir por los seres humanos adultos, ya que a partir de los 6 años nos falta un fermento natural para descomponerla correctamente, mientras que para los niños es un alimento adecuado. Pero el problema se complica todavía más en la oferta del supermercado. En sus estanterías encontramos poca leche fresca para vender y normalmente el consumidor tiene que tragarse la leche homogeneizada e incluso ultra cocida. De esta forma, aparte de la leche fresca pasteurizada, la mayoría de la leche que se expende en supermercados constituye un alimento biológicamente inerte. Produce flatulencias en el intestino porque su composición química natural ha sido alterada por los tratamientos de las lecheras.
Pero con el yogur aparece la tomadura de pelo. El yogur natural es de hecho una mezcla -como pone en su etiqueta- de leche en polvo y leche pasteurizada, a la que se añade el fermento. Últimamente se ha popularizado por las multinacionales de los lácteos el yogur desnatado o con bifidos, que actúa contra el estreñimiento. Por mucho que la publicidad lo asegure, no existen pruebas científicas fehacientes de que dichos yogures mejoren siquiera la evacuación intestinal.
La tragedia del queso reside en la monomanía de añadirle sales fosfatadas (algunas de ellas provocan alergias) para su conservación. Con el queso tragamos el fosfato. Sólo el queso fresco se salva de la quema, si es de confianza. Los quesos curados, además, por su alto contenido en grasa, cargan nuestra vesícula biliar.
ALTERNATIVAS
Los únicos yogures saludables que no están hechos con leche en polvo importada como suele suceder, son los yogures artesanales que se pueden obtener en tiendas especializadas o de productos biológicos. Respecto a la leche, la mejor es la leche denominada “leche fresca cruda”, es decir, aquella leche que, tras su obtención de la vaca, tan sólo ha tenido un choque térmico de pocos segundos (pasteurizada); sólo así mantenemos vitaminas y oligoelementos en la misma. En algún supermercado existe esta leche y si no, en cooperativas directas al consumidor.
Con el queso, el criterio es parecido al del yogur. El queso fresco sin aditivos sólo lo podemos obtener de pequeños artesanos. Si nos vemos obligados a comprar queso en el supermercado, preferiremos siempre el queso fresco A GRANEL y no el envasado, para evitar posibles aditivos y conservantes. El queso de cabra es el más adecuado y libre de aditivos.
VINO REFRESCOS Y AGUAS
Tras el museo de los horrores dietéticos, uno parece que puede respirar bebiendo algo aromático, pero también aquí se cierran las posibilidades. El vino que bebemos, prácticamente todo, ha sufrido diversos tratamientos fisicoquímicos que lo han desnaturalizado. A todo vino se permite añadir S02, dióxido de azufre, como conservante, e incluso si está por debajo de 10 ppm. por litro no hay que reseñado en las etiquetas. En parte, esta pesadez en la cabeza que tenemos tras bebernos un par de vasos de vino tinto, no es por el alcohol, sino por el dióxido de azufre, que además es mutágeno y potencialmente cancerígeno.
Respecto a las aguas, el consumidor deberá investigar mucho en las etiquetas para hallar un agua razonable. Algunas llevan cantidades astronómicas de sodio, otras son desaconsejables por el flúor para los mismos niños; las aguas gasificadas tienen además un porcentaje añadido de anhídrido carbónico industrial, añadido que normalmente se silencia.
Pero lo más chocante es que el agua pura y cristalina que ofrecen se vende en envases de plástico de PVC, un material tóxico como residuo, que se halla prohibido en varios países. Sólo al cabo de dos o tres días, si el polímero de plástico de la botella tiene algún defecto empiezan las migraciones del plástico al agua. Gracias a las protestas del movimiento ecologista en los últimos tiempos, las grandes compañías acuíferas han ido cambiando el PVC por otros compuestos plásticos, aunque algunos de dichos compuestos no son un gran avance.
Con referencia a las bebidas refrescantes, su problema son los aditivos añadidos por la industria. Podemos analizar por ejemplo la bebida emblemática, refresco de Cola como muestra, aunque el resto son parecidas en cuanto a los aditivos. En la composición de dicho refresco vemos que aparece como sustancia base el agua carbonatada, esto significa que al agua se le añade anhídrido carbónico industrial, que no es recomendable para el sistema digestivo. Leemos luego que, como aromatizante, aparece la cafeína, que es un estimulante nervioso no recomendable en grandes cantidades. Luego sorprendentemente tenemos al colorante 150 que es el caramelo. Dicho colorante, en laboratorio y experimentación animal, ha presentado algunos problemas en determinadas circunstancias, puesto que reduce los hematíes de los animales. Luego tenemos el aditivo E-338, ácido ortofosfórico, como acidulante, dicho ácido puede llevar al hipercinetismo en niños, es decir, induce al nerviosismo. Finalmente, tenemos cantidades relevantes de azúcar que, como sabemos, no es recomendable para la salud.
ALTERNATIVAS
Respecto a los vinos, sólo podemos estar seguros de que estén libres de dióxido de azufre si vamos a los vinos cosechados y envasados biológicamente o con métodos ecológicos, que además lleven el etiquetaje correspondiente. Si no tenemos dicha oportunidad y debemos comprar en el supermercado, miraremos los vinos de pequeñas explotaciones, apartándonos de las grandes multinacionales del cava o del vino.
En cuanto a las aguas minerales que tenemos en el supermercado, su panorama de elección es tan complejo que adjuntamos un recuadro al respecto; sólo indicar aquí que, si nuestra elección es el agua mineral con gas, tenemos que encontrar una marca que nos de dicha agua con el gas carbónico NATURAL, es decir, nunca debe ser añadido industrialmente; existen en España algunas marcas de manantiales naturales que cumplen esta condición
Por lo que respecta a los refrescos debemos mirar siempre los aditivos de las etiquetas y evitar refrescos con demasiados aditivos y azúcares añadidos. En las tiendas de productos biológicos podemos encontrar refrescos de cola y naranja, libres de aditivos y azúcares.
PASTAS PIZZAS SALSAS Y ARROCES
Los macarrones, tallarines, espaguetis y otras pastas de sémola son alimentos muy estimados por los niños; en principio suelen ser buenos alimentos de cereales y que proporcionan hidratos de carbono, no obstante su punto débil está en que dichas pastas son refinadas, es decir han sido elaboradas con harinas blancas que no contienen ningún germen que recubre la semilla del cereal y por tanto son muy pobres en vitaminas y oligoelementos. Además y por esta razón, potencian el estreñimiento intestinal y la mala evacuación.
Con los arroces sucede algo parecido: el arroz es un excelente cereal alimentariamente muy completo; pero los arroces blancos totalmente descascarillados suelen potenciar el estreñimiento.
Capítulo aparte merecen las pizzas preparadas. En general, aparte de que la harina de la cual están hechas es refinada, contienen quesos fosfatados y, para su largo almacenaje, un conservante como aditivo y un espesante para potenciar el sabor.
Con respecto a las salsas, mencionaremos las dos más solicitadas: la salsa de tomate y la mayonesa. La salsa de tomate o también el sofrito suelen tener algún acidulante y conservante, a menudo el E-300 ácido ascórbico que es inofensivo, en las mayonesas la cosa empeora tenemos espesantes, y conservantes como el sorbato potásico que no es muy recomendable.
ALTERNATIVAS
La pasta más saludable es, sin lugar a dudas, la que ha sido elaborada con harinas integrales; aparte de tener muchos más oligoelementos, potencia la evacuación intestinal por su contenido en fibra. Por suerte, en los últimos tiempos, en todos los supermercados encontramos alguna estantería con pasta integral. También el arroz integral es preferible al arroz blanco, pero en el campo de los arroces integrales tenemos que hacer una puntualización: es mejor elegir un arroz integral de confianza en una tienda de productos naturales, ya que los arroces integrales que se expenden en los supermercados suelen a veces estar bajo la sospecha de contaminación de algún plaguicida que queda retenido en su cascarilla, ya que se da la paradoja que el arroz integral de procedencia no ecológica retiene más residuos químicos que el arroz blanco que ha sido descascarillado. Una alternativa en el supermercado es el arroz salvaje, que suele estar libre de contaminación.
Con respecto a las pizzas, salsas y mahonesas no podemos recomendar su compra en los supermercados, tenemos pues que adquirirlos en tiendas de productos naturales. En el caso de que tengamos prisa, lo mejor es elegir en el supermercado una mayonesa que lleva la denominación “casera” o “libre de aditivos”; algunas marcas cumplen dicho requisito, también en las salas y concentrados de tomate encontramos alguna marca en envase de cristal que cumple dicha condición.
ACEITES Y HELADOS
El mundo del aceite es ciertamente complicado. Todavía hoy, la mayoría de los aceites de oliva y girasol que se expenden en los supermercados son discutibles en su calidad intrínseca. Los aceites cuyo titulo reza “Aceite puro de oliva” son todo menos puros. Se trata de un aceite refinado, extraído a base de disolventes de las segundas y terceras prensadas de la masa de aceitunas a altas temperaturas, con lo que vitaminas y oligoelementos han desaparecido, y siempre existe la sospecha de residuos de disolventes como percloretileno en líquido. El aceite de girasol es todavía menos aconsejable que el de oliva puro, ya que su extracción tiene lugar siempre a través de disolventes químicos en centrifugación a altas temperaturas.
Respecto a los helados, su problema consiste en la cantidad de aditivos que se introducen en los mismos. Los helados de supermercado, en general, están hechos con leche en polvo, azúcar blanco y mantecas de origen animal, que no son alimentos recomendables; en ellos encontramos casi siempre el aditivo 160a, un colorante alfa-gamma caroteno, éste es un colorante que puede producir alergias; luego tenemos espesantes como E 310 Goma Garrofin, que es inocuo, pero el 407 Carragenos está en experimentación de laboratorio, bajo sospecha de afectar la mucosa estomacal; finalmente suelen estar también en helados los edulcorantes tales como 471 Mono y digliceridos de los ácidos grasos que el organismo elimina sin problemas.
ALTERNATIVAS
Por lo que concierne a los aceites en el supermercado siempre debemos elegir el aceite bajo al denominación de “Aceite Virgen de Oliva Extra”; éste es el único aceite que garantiza el aceite en toda su pureza como alimento y como zumo natural e incluso medicinal. Por suerte, en la actualidad, varias marcas comercializan ya este aceite obtenido de la primera prensada del aceite. Si queremos no obstante la perfección, deberemos elegir el aceite que en su etiqueta ponga “aceite virgen extra de primera presión en frío”. No todo el aceite virgen extra, aunque es de primera presión, se obtiene por medios mecánicos, o sea en frío, a menudo se usa centrifugadora. Dicho aceite lo hallamos sólo en tiendas especializadas.
Por lo que respecta a los helados, las alternativas son mínimas. Lamentablemente en el supermercado no vamos a encontrar dichas alternativas; los helados con menos aditivos suelen ser los hechos sólo a base de leche y vainilla. Para poder adquirir helados naturales verdaderos, es decir realizados con leche entera, con azúcar integral, sin grasas de animales y sin aditivos, debemos dirigirnos sólo en verano a las tiendas de productos biológicos, en donde vamos a encontrar, en julio y agosto, helados artesanales.
TRANSGÉNICOS Y ALIMENTOS IRRADIADOS
No es una broma de mal gusto. Existen. Desde los años 70, en España se permite la irradiación nuclear por isótopos radiactivos de algunos alimentos. Todo empeoró cuando la plantas de esterilización de material médico y quirúrgico, a través de irradiación nuclear (normalmente se irradia con un isótopo de cobalto), tuvieron la genial idea de ampliar su mercado. Entonces se abrió jurídicamente la posibilidad de que la esterilización pudiese ser útil a la alimentación, y se comenzó a irradiar cebollas y patatas para evitar que éstas germinasen durante su estancia en las estanterías de los supermercados.
En la actualidad, pues, se irradian alimentos, sobre todo especias, cebollas y patatas. Aunque no es una práctica muy extendida, dado que la irradiación encarece el producto. Cuando veamos en las grandes superficies unas patatas que, aunque lleven varios días, no muestran signos de germinación, no nos sorprendamos: son las patatas irradiadas. Sobre el impacto de dichos alimentos en la salud humana no hay nada escrito.
EL FUTURO Y LOS ALIMENTOS TRANSGÉNICOS
Pasemos ahora de la dieta real a la dieta ficción, pero una ficción que empieza a ser realidad: nos referimos a las posibilidades de que pronto en nuestra mesa aparezcan alimentos procedentes de verduras-frutas y animales manipulados genéticamente y, por tanto, llegamos al séptimo cielo dietético: los alimentos transgénicos.
Como sabemos, a partir de 1973, se inició la era de la manipulación genética o biotecnología, de la mano de Stanley Cohen, en California. Las biotecnología parte de la premisa de insertar, a través de un plásmido material, ADN genético de una célula, al núcleo genético de otra célula. Esta técnica, que se ha venido en llamar «recombinación genética», permite insertar información hereditaria nueva en la semilla de una planta o en el embrión de un animal, de forma que en su crecimiento adquiera las nuevas particularidades o programas que el investigador ha deseado.
En el campo de la alimentación, desde hace algunos años, diversos centros científicos estadounidenses y europeos trabajan en proyectos de agricultura que prometen cosas muy exóticas. De hecho, España es uno de los países en donde se cultivan más especies transgénicas, por ejemplo el maíz.
El posible impacto negativo sobre nuestra salud de los alimentos recombinados genéticamente no es desconocido. No sabemos por ejemplo si algún material genético nuevo del dichoso alimento puede incorporarse a nuestras células o algunas de nuestras bacterias intestinales.
Pero el problema de los transgénicos en la alimentación es tan complejo que merece un artículo aparte.
LA DIETA SANA Y NATURAL
Comos hemos podido ver y comprobar el supermercado es el templo de la denominada “dieta industrial”, es decir el templo de unos alimentos elaborados mayormente por grandes cadenas alimentarias en serie que, en primer lugar, necesitan de sofisticadas maquinas que alteran las materias primas de los alimentos y luego, por sus volúmenes de ventas y almacenaje, necesitan de aditivos, en especial conservantes, para que el tiempo producido entre elaboración, almacenaje y puesto de venta sea rentable y posible para la empresa.
Dichos alimentos industriales, como hemos visto, están llenos de problemas dietéticos y una parte importante de los mismos no benefician nuestra salud a largo plazo, desnaturalizan el alimento y rompen su estructura natural.
Frente a esto tenemos el alimento artesanal y ecológico. Los artesanos y payeses orientados hacia la ecología, tratan de presentar al gran público unos alimentos tanto frescos como preparados, lo más naturales posible, alimentos que a largo plazo son una inversión real para nuestra salud. De todas formas, y como hemos visto, no todos los alimentos del supermercado son problemáticos, en ellos podemos encontrar, y cada día más, alimentos de una cierta calidad, si somos capaces de tener un criterio de consumo acorde con la salud natural. Comer sano es posible, incluso en los supermercados, pero presupone una figura que debemos de potenciar: la del consumidor responsable y crítico.
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